El control de hormigas, imprescindible para tener éxito en la lucha biológica contra el micropulgón

Koppert ofrece con Pegafit un potente adhesivo muy útil para despejar el camino a los enemigos naturales del pulgón

Un ejemplar de Aphys gossypii, también conocido como micropulgón o pulgón mini.

El control de hormigas adquiere especial importancia en la lucha biológica contra el micropulgón o pulgón del algodón (Aphys gossypii), una plaga que tiene especial incidencia en los cultivos bajo plástico. Este pulgón, el de menor tamaño de los que habitualmente se encuentran en los cultivos hortícolas de invernadero, se desplaza muy poco y acostumbra a concentrarse en pequeños focos donde genera grandes cantidades de melaza, que a su vez atrae poderosamente a las hormigas.

Cuando las hormigas encuentran las colonias de pulgón, para garantizar el acceso a una abundante cantidad de su alimento preferido, las defienden de cualquier agresor externo. Este comportamiento natural de las hormigas se traduce en la práctica en un importante obstáculo al trabajo de los enemigos naturales del pulgón, que en muchas ocasiones no pueden acceder hasta la plaga.

Para llevar a cabo un eficaz control de hormigas, Koppert ha introducido en su estrategia de control biológico contra pulgón un potente adhesivo llamado Pegafit. Este pegamento, distribuido en los diferentes elementos de la infraestructura del invernadero y también en los troncos de las plantas, es capaz de atrapar grandes cantidades de hormigas en su itinerario desde el suelo a las hojas.

Una vez que Pegafit ha reducido drásticamente la población de hormigas, el control biológico del pulgón hay que centrarlo en la suelta de varios parasitoides. “Las hormigas deben ser el primer enemigo a combatir en la lucha biológica contra el pulgón si queremos obtener buenos resultados. De ahí, la importancia de poder ofrecer al agricultor un producto como Pegafit con efecto barrera”, asegura Julián Giner, director técnico de Koppert en Almería.

Acción combinada

Después de haber reducido el nivel de población de hormigas, el control biológico de micropulgón se centra en realizar sueltas de Aphipar®, la avispa parásita Aphidius colemani. Estas sueltas deben complementarse con dos depredadores más, ya que el micropulgón es tan pequeño que hay que luchar contra él combinando la acción de varios enemigos naturales.

Es por esto que Koppert también incluye en su estrategia sueltas de Aphidend®, el mosquito Aphidoletes aphidimyza, que pone los huevos en las colonias de pulgón para que las larvas, al nacer, se alimenten de ellos. Por último, Koppert ha reforzado su estrategia contra el micropulgón con el sírfido Predanostrum® (Esphaerophoria rueppellii), cuyas larvas se liberan directamente sobre los focos de pulgón. Las larvas depredan al micropulgón con mucha rapidez y con una voracidad muy alta. Cada larva de Predanostrum puede comer más de 800 ejemplares de pulgón.

Peligroso transmisor de virus

El micropulgón o pulgón del algodón (Aphys gossypii) es un vector importante de enfermedades virales. Puede transmitir más de 50 virus distintos. Las ninfas y adultos extraen nutrientes de la planta y perturban el equilibrio de las hormonas de crecimiento. Como resultado, el crecimiento de la planta se ralentiza, provocando la deformación de las hojas o, si la infestación se produce suficientemente pronto en la temporada, la necrosis de las plantas jóvenes. El retraso en el crecimiento y la defoliación disminuyen la cosecha.

La savia es rica en azúcares, pero tiene un bajo contenido de proteínas. Por eso, los pulgones deben extraer grandes cantidades de savia para obtener suficiente proteínas. El exceso de azúcar se segrega en forma de melaza, debido a lo cual el cultivo y su fruto se vuelven pegajosos. Un moho negro (Cladosporium spp.) se desarrolla sobre esta melaza, contaminando los cultivos de frutas y plantas ornamentales e impidiendo su comercialización. Al mismo tiempo, se disminuye la fotosíntesis en las hojas, afectando la producción.

Según el informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, el mundo no está en camino de lograr el Hambre Cero para 2030. “135 millones de personas sufren de hambre aguda, y la pandemia de COVID-19 ahora podría duplicar ese número, poniendo a 130 millones de personas más en riesgo de padecer hambre a finales de 2020”. Dicho informe reclama un «cambio profundo de los sistemas alimentarios y agrícolas mundiales para aumentar la productividad agrícola y la producción alimentaria sostenible y mitigar la amenaza del hambre». Koppert ya trabaja en esa dirección.

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